
Así que nos ponemos en marcha hacia Lagrán, en Álava. De la Plaza de la Música sale una calle hacia el cementerio; una pista, asfaltada a trozos, nos acerca rápidamente entre parcelas cultivadas a los bosques de quejigo y haya de la vertiente norte de la Sierra de Cantabria. Vamos a recorrer parte de la ruta histórica que une la Rioja con el Cantábrico: la ruta del vino y el pescado.

El día es espléndido y, la verdad, invita al paseo. Pronto alcanzamos a divisar la enorme cruz de la cima de la Peña del Castillo, que queda para otro día:

Hoy toca disfrutar del color...

... o de la ausencia de él, que también hay belleza en eso.

Transitamos por un camino de herradura, una alfombra de hojas que viene de La Rioja a través del Puerto del Toro. El otoño aún mantiene sus vivos colores en esta época del año.

El bosque es espeso y el sol a duras penas se abre paso hasta el suelo.

Madre mía, y ahora... ¿qué?


Tengo que decir que, con un poco de "mala leche", cogí a propósito el camino equivocado; no quería que se terminase la excursión. Así que subimos en dirección sudoeste, hacia un pequeño refugio. Nos estamos acercando rápidamente a las paredes de la sierra y la subida se endurece. El peque no se queja nada, es una gozada ver lo bien que se lo pasa. Conforme ganamos altura, el color se desvanece y la atmósfera adquiere un misterioso tono lechoso.

Pronto alcanzamos el pequeño refugio; tenía curiosidad de llegar hasta él. Me hago el despistado (huy, no debe ser por aquí) y nos damos la vuelta.

Desandamos el camino hasta el cruce de caminos y tomamos dirección sudeste, que se la buena


Durante los siglos XVII a XIX tuvo mucha importancia la producción de carbón vegetal para las ferrerías; así, por todo el País Vasco se multiplicaron las carboneras. A lo largo de esta senda se ven las diferentes fases de construcción. Tras unos minutos más de ascenso, llegamos al siguiente ejemplo:

Los gruesos troncos de la base, en general de madera de haya (que ha estado 15 días secándose), se cubren de leña cada vez más menuda; después, se cubre todo el conjunto con tierra, boj, musgo u otros materiales. Se trata de que no haya mucho oxígeno y la leña arda lentamente, sin llama. El proceso podría durar hasta tres semanas.

Llegados a este punto, iniciamos el regreso. Hemos subido casi 350 m. de desnivel (aunque hemos acumulado más, porque hemos ido al refugio en dirección contraria). Miro de reojo a la Cruz del Castillo, que queda aún 300 m. más arriba, pero hoy no puede ser. El peque se ha portado como un campeón y se ha acercado a la Naturaleza y disfrutado de ella, que era el objetivo de hoy. Entre risas y alguna que otra caída, bajamos hacia Lagrán

A la bajada, el entretenimiento es buscar setas; llevamos unos días bastante secos, así que supongo -en mi absoluta ignorancia- que no debe ser el mejor momento.

Un espectacular avellano nos dice adiós al salir del bosque

Y unas flores de azafrán (creo) ponen la nota de color entre los verdes, amarillos, marrones y ocres

¡Adiós, otoño!

Esta es la abrupta vertiente sur de la Sierra de Cantabria. En la esquina superior derecha se distingue la tremenda brecha del puerto de la Aldea, por donde cruza la carretera. Bajo el cresterío de la izquierda es por donde hemos estado paseando hoy:

Bueno, vaya chapa... ¡Hasta otra!