Ordesa y Monte Perdido. Sector Escuaín.

Aunque presenta analogías con sus valles vecinos de Ordesa y Añisclo, no se parece a ellos y, con toda propiedad, no es garganta ni cortadura, sino una formidable diaclasa, abierta en plena montaña. El modelado glaciar cuaternario y la erosión kárstica han dado su especial fisonomía a la zona. Circos, lapiaces, simas y barrancos configuran la solana del macizo, de una estructura fuertemente asimétrica. Pues si en la cara Norte, Paredes de Pineta, da origen a importantes cortados de fuerte desnivel, su zona meridional baja con una gran suavidad hacia el rio Yaga. La suavidad es relativa, pues es frecuente encontrar apreciables acantilados, intercalados entre extensos planos, siguiendo los ejes del plegamiento que confieren al macizo su típica estructura escalonada.
La escorrentía de aguas del macizo se realiza a través del rio Yaga, que ha excavado, favorecido por las estructuras geológicas, un estrecho cañón de verticales paredes calcáreas. Una garganta que se estira más de cinco kilómetros y recibe el tributo de los múltiples barrancos, que aseguran el drenaje superficial de toda la vertiente.
Vegetación selvática, muy peculiar, xerófila, de tipo mediterráneo, propia de características climáticas, topografía, orientación y suelo diferentes. Fuerte inversión térmica entre la garganta, mucho más húmeda y solana. La distribución de la vegetación aparece muy estratificada. De la exuberante y diversa representación de los húmedos desfiladeros, se pasa a frondosos bosques de las partes bajas, con predominio de frondosas y coníferas y una tupido sotobosque de matorrales. Por encima, los bosques aclarados de nivel subalpino y, a poco que los lapiaces lo consientan, retorcidos y magníficos ejemplares de pino negro. En el nivel alpino, extensos prados, donde abunda la flor de nieve. Profundo receptáculo que hace de desagüe, bravío y espectacular, de toda una montaña caliza, horadada en mil sumideros, conos de absorción y dolinas que socavan la roca y se abren abruptos barrancos, haciendo de toda la zona una inmensa esponja que fluye a través de la fuente de Escuaín, que da vida al rio Yaga. Múltiples bocas, simas, cavernas y surgencias que conforman un importante sistema, con profundidades considerables, un desarrollo de muchos kilómetros y una integral de 1151 metros de desnivel (boca de entrada/surgencia de salida) que detenta uno de los primeros del mundo.
Soledad. Viejos campos que vuelven a su estado original. Fajas y bancales en el increíble juego de los panares de altura. Dentro del Parque Nacional, el valle del Yaga es, con mucho, el que presenta un paisaje más humanizado. Desde cualquier ángulo se descubre el trabajo del hombre, modelando el paisaje durante generaciones. Es precisamente la armonía que se establece entre la naturaleza y el asentamiento humano lo que da a éste valle su originalidad y grandeza. Un interesante resalte de caminos, difícil y complejo, y el universo diferente, casi de otro mundo, de las estivas del ganado.
Entre el Castillo Mayor, orgulloso en su apariencia de fortaleza poderosa; Cuello Viceto, aposento de pastores, loma verdeante que se asoma a Añisclo, las laderas meridionales de la Sierra de las Tucas, se desarrolla toda una región aislada y solitaria, auténtica selva de vegetación serrana, de flora variada, difícil de recorrer pero llena de atractivos, que tienen en el corte de sus gargantas, caprichoso y original, una de las ofertas de la Naturaleza de excepción del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido.
Escuaín es diferente, original y difícil. Los caminos complicados, territorio complejo, los desniveles importantes, el contraste garganta/solana tremendo. El conocimiento lo dan la experiencia y las exploraciones.

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ORDESA Y MONTE PERDIDO
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